Acabamos de escuchar a Mateo esforzarse por mostrarnos que cada acontecimiento, cada suceso y cada persona implicada en la pasión y muerte de Jesús cumple un pasaje de las Escrituras hebreas.
La traición y el abandono de Jesús por parte de sus amigos especiales, el Jesús inocente que se convierte en víctima de conspiraciones religiosas y políticas, la oscuridad y los cielos, y la dramática rasgadura del velo del Templo, todo ello se ve a la luz de las escrituras sagradas del pueblo judío.
La proclamación del centurión que ha sido testigo de todos estos acontecimientos es el reconocimiento sorprendido de todas las pistas: “Está claro que éste era el Hijo de Dios”.
Con ese reconocimiento, Mateo vuelve nuestra atención a la fidelidad de las mujeres que seguían a Jesús desde Galilea. Sólo ellas se quedaron para presenciar el cumplimiento. Todos los demás se habían dispersado por miedo.
Nosotros estamos entre los fieles que asisten a Jesús y le seguiremos durante su pasión y muerte. San Pablo nos dice lo que debemos hacer en nuestro camino. Hemos de aprender a vivir con la actitud de Jesús ante la vida y sus variados acontecimientos. Aprender a aceptar lo que venga de la mano de Dios y hacerlo en obediencia a la voluntad del Dios que es mi Padre, estar dispuesto a dejar de lado cualquier posición para amar mejor a Dios y al prójimo: todo esto es tener la actitud de Cristo. El sufrimiento y la gloria estarán tan entrelazados que serán inseparables.
Que esta semana estemos todos abiertos a aprender más de Jesús sobre la vida.